Su padre le aconsejaba al oído hecho música mientras miraba por la ventana que la lluvia golpeaba violentamente.
Todo apuntaba a finales felices y memorias de amores imposibles.
Ahora, ella llevaba el luto en su corazón, noche a noche le lloraba al amor que murió y a la ilusión que se llevó consigo.
No soporta más la ausencia y sale a la calle sin paraguas, bajo la lluvia gris, a juego con su alma, a buscar la alegría que hacía varias lunas se evaporó.
Corre y rompe un frasco de pastillas sin que la voz que nunca la ha dejado calle.
Con la cara empapada en dolor se deja caer y en sus ojos ahora se refleja la luna menguante como ella que, jamás volverá a ver ni volver a prometer nada bajo la misma...